Si viviera solo con mi hermano no habría realidad jamás,
solo teléfonos sonando y tazas de café o licuado sobre los
muebles.
Si viviera con Bruno, mi hermano,
la gata enloquecería
y tomaría potestad del patio,
el perro se recluiría en los confines del fondo.
Pero,
aun más loco seria entrar a las habitaciones,
que de a poco cobrarían forma de masa indefinida,
cubiertas por libros, pinturas y ropa,
la ropa se mancharía
las pinturas se secarían
los libros se borrarían,
además, los utensilios de trabajo
(léase marcadores, pinceles y cintos)
se intercambiarían de espacio confundiéndonos,
hasta llegar al punto en que las habitaciones serian una;
un enjambre de líos y artes, (y mi axolotl).
Lentamente la parte de arriba se convertiría en LA
habitación,
la terraza estaría demasiado tapada en caos,
y fumaríamos los cigarrillos desde las ventanas,
los amigos ayudarían con el orden pero no acabarían jamás,
los cafés mancharían los muebles y los licuados se llenarían
de moscas,
(la gata viviría un continuo festín de insectos, eso sí)
al fin los teléfonos serían desconectados, consumándose la
completa irrealidad.
Si viviera con mi hermano, solo una cosa marcaría el orden,
la visita de la abuela.